miércoles, 23 de diciembre de 2015

MENSAJE NAVIDEÑO DE NUESTRO HERMANO MAYOR

A mis queridos hermanos:


En estas fechas en la que muchos nos afanamos en preparar la Navidad, quería asomarme a este rincón para desearos todo lo mejor, no sólo en estos días en los que vamos a celebrar el nacimiento del Niño Dios, sino también para cada uno de los 365 días que tiene el año, y es que, no sólo es esta época exclusiva para hacer un llamamiento a la Paz,a la Fraternidad,a la Salud,a la Felicidad, etc., es una tarea en la que todos debemos trabajar a diario porque durante todo el año existe pobreza, falta de salud, problemas económicos, laborales, y no podemos ni debemos sacarlo a relucir ahora que es Navidad pues debemos y tenemos que estar alegres porque nos nace Dios, El que está y estará con y en nosotros.

Así mismo, es el momento también de echar la vista atrás, hacer un resumen de cómo ha sido este año que pasa, como nos hemos portado con nuestros hermanos y convencernos de que en el venidero podemos y debemos ser mejores personas, mejores cristianos y olvidar todo aquello que en nuestras relaciones haya sido negativo. En resumen perdonar y ser misericordiosos.

Para ello, os traigo en reflexión las palabras que nuestro Papa Francisco, en el recién abierto año Jubilar de la Misericordia, nos dice:


“Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos.

No podemos escapar a las palabras del Señor y en base a ellas seremos juzgados: si dimos de comer al hambriento y de beber al sediento. Si acogimos al extranjero y vestimos al desnudo. Si dedicamos tiempo para acompañar al que estaba enfermo o prisionero (cfr Mt 25,31-45)


Como dijo San Juan de la Cruz: “Al atardecer de la vida, me examinarán del amor.”


Con esta reflexión y deseando que la magia de la Navidad inunde nuestros hogares y corazones, le pido al Niño Jesús y a nuestra Madre la Santísima Virgen de Loreto, que en este año venidero nos colme de parabienes y bendiciones.


¡¡FELIZ NAVIDAD!!


Vuestro hermano Vicente.


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