viernes, 13 de noviembre de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO. 33º DEL TIEMPO ORDINARIO (15-11-2015)

DÍA DE LA IGLESIA DIOCESANA


El texto evangélico es de Mc 13, 24-32 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se oscurecerá, la luna no irradiará su resplandor, las estrellas caerán del cielo y los astros se tambalearán. Entonces verán llegar al Hijo del Hombre sobre las nubes, con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatros vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán. Aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sólo el Padre.”


* Nos encontramos en las últimas semanas del año litúrgico y el evangelio hace referencia al final de los tiempos y al retorno de Cristo. Para algunos, estos textos infunden miedo; sin embargo, son consoladores. No hemos de derrumbarnos ante las calamidades, persecuciones o desastres, porque Jesús ha vencido y cuando vuelva en gloria manifestará su victoria plenamente.

Esperamos la segunda venida de Jesús que depende totalmente de él; no sabemos ni el día ni la hora. Si el origen de las cosas fue consecuencia del designio amoroso de Dios en la creación, también el final de la historia llegará conducido por ese mismo amor. Saber que la última palabra de la historia la pronuncia Dios es saber que será una palabra de salvación, de misericordia, de plenitud. Por eso nuestra vida debe abrirse a su Palabra, antorcha de luz para caminar con esperanza.


*La tensión de la espera nos mueve a dos cosas. Por una parte, sabemos que el Señor ha de venir y que, si somos fieles, estamos llamados a participar de su gloria. Esto nos llena de esperanza y hace que cada día, sean cuales sean las circunstancias, podamos trabajar para él. Por otra parte, se nos invita a estar vigilantes, a estar atentos a los signos. El mundo es caduco y no podemos poner en él nuestra confianza, pero tenemos las enseñanzas de Jesús y en ellas vamos reconociendo la acción de Dios y aprendiendo cómo debemos actuar. La Palabra de Dios es la que nos orienta en nuestro peregrinar: “mis palabras no pasarán, el cielo y la tierra sí”.

La mirada sobre el futuro no ofusca el presente. Saber que el Señor volverá nos recuerda que ya vino, todo lo que hizo por nosotros y que nos sigue acompañando en la aventura de nuestra historia personal y colectiva.


* Benedicto XVI nos señaló repetidas veces que somos un pueblo que avanza hacia el encuentro del Señor que ha de volver. Ese caminar no lo realizamos saliendo de este mundo, sino ordenando nuestra vida y todas las cosas hacia él. Ello incluye tanto la preocupación por el estudio de la verdad y las aplicaciones que se siguen de los conocimientos científicos, como el cultivo de la belleza en las artes y, sobre todo, la práctica de la bondad como expresión del amor que se nos ha manifestado en Jesús y que se nos ha dado. En él encontramos el verdadero motor de la historia.


* Señor, tu segunda venida será con gran poder y majestad. Y yo, que me considero amigo tuyo, me alegra tu poder y me conforta tu majestad. Al final, triunfará la Verdad y la Vida, que eres tú, frente a la mentira y la muerte de este mundo. ¡Tu palabra no pasará!


* María, sé tú mi ejemplo en la fidelidad y obediencia a la Palabra de tu Hijo.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación. 


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