viernes, 13 de febrero de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 6º DEL TIEMPO ORDINARIO (15-2-2015)

CAMPAÑA CONTRA EL HAMBRE (MANOS UNIDAS)

El texto evangélico es de Mc 1, 40-45 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: Si quieres, puedes limpiarme. Sintiendo lástima, extendió la mano, lo tocó y le dijo: Quiero, queda limpio. La lepra se le quitó inmediatamente y quedó limpio. Él lo despidió, encargándole severamente: No se lo digas a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés. Pero al salir, aquel hombre se puso a pregonarlo y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, sino que se quedaba fuera, en descampado. Y aun así, de todas partes acudían a él”.

* El leproso, caso extremo de la marginación religiosa y social para los judíos, se acerca a Jesús. Rompe la norma de mantenerse a distancia de los sanos. Pero en su angustia lo arriesga todo, hace un profundo acto de fe, y se acerca a Jesús, reconociendo así su enfermedad a quien puede curarle. Y la súplica se la hace de rodillas, con humildad: si quieres, puedes limpiarme. Estas palabras son toda una confesión de fe en el poder de Jesús y también en su misericordia.



* Jesús sintió lástima, se conmovió, se compadeció del leproso, se inclinó hacia el necesitado.

Compadecerse, conmoverse significa sentir con el otro, sufrir con el otro, ponerse en la piel del otro.

Éste es el Reino que instaura Jesús: el de la ternura, el de la justicia, el de la compasión.

Jesús, sintiendo lástima de aquel leproso, nos quiere indicar que de esa misma manera se conmueve ante cada uno de nosotros cuando ve nuestras debilidades.

Cuando comprendemos la misericordia de Dios y experimentamos que no somos rechazados por él, aprendemos también a amar al prójimo. Quien nos da su gracia nos impulsa a no desentendernos de quienes sufren; quizás no podemos curarles, pero sí ofrecerles el consuelo de nuestra compañía.


* Jesús toca al leproso mientras le dice: quiero, queda limpio.

Este es el encuentro de todo pecador con Cristo. Jesús con su gracia nos limpia nuestra lepra, el pecado. Sólo Él puede perdonar nuestros pecados, sólo Él es el verdadero médico de nuestras almas.

Esta escena es el resumen de la obra de la salvación: Dios se abaja a salvar al hombre que, humildemente, suplica ser salvado.


*De alguna forma, todos somos leprosos, todos tenemos manchas en la piel del alma, producidas cuando el mal se instala en nuestro corazón. Participemos pues de esta escena. Como el leproso, acerquémonos siempre a Jesús, con fe ardiente, escuchando sus palabras. Como Jesús, conmovámonos ante las miserias humanas. Como cristianos, sintámonos curados, perdonados, amados.


* María, condúceme al encuentro con tu Hijo, el único que puede limpiarme con su gracia, pues solamente con mis fuerzas no puedo conseguirlo.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.

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