viernes, 12 de julio de 2013

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 15º DEL TIEMPO ORDINARIO (14-7-2013)

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El texto evangélico es de Lc 10, 25-37 y dice lo siguiente:


“En aquel tiempo, se presentó un maestro de la ley y, para ponerlo a prueba, le preguntó: -Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna? Jesús le contestó: -¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees en ella? Respondió: -Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo. Entonces le dijo: -Has respondido correctamente: obra así y vivirás. Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: -¿Y quién es mi prójimo? Jesús le contestó: -Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo. Un samaritano que iba de camino llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció. Le echó aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos denarios, se los dio al posadero y le encargó: Cuida de él, y lo que gastes de más te lo pagaré a la vuelta. ¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes? Contestó: -El que lo trató con misericordia. Y Jesús le dijo: -Ve y haz tú lo mismo.”


* En este texto un letrado se acerca a Jesús para preguntarle qué debe hacer para alcanzar la vida eterna. El mismo letrado responde a la pregunta con precisión y Jesús le felicita. Pero en ese hombre descubrimos su deseo de que esos mandamientos no comprometan su vida; conoce la ley pero quiere reducirla a su medida; desvincula su religión de la realidad concreta. Por eso Jesús le explica la hermosa parábola del buen samaritano, enseñándonos a todos que es la misericordia la que nos acerca a los demás, sobre todo a los que nos necesitan.

Jesús también nos alerta de la tentación de pasar de largo, de no aprovechar las circunstancias que se nos ofrecen para vivir la caridad, como el sacerdote y el levita. Éste es el tan frecuente “pecado de omisión”.

En la parábola, estos dos personajes, sacerdote y levita, se escudan en el cumplimiento de la ley para no atender al herido, ya que al acercarse a él se podían manchar de sangre y quedar impuros. Jesús quiere dejar claro que no hay división entre el amor a Dios y al prójimo, que es el mismo mandamiento, y que esa es la auténtica ley del cristiano.


* Con frecuencia nuestra vida también gira en torno a ideas religiosas desfasadas y rigoristas. Debemos librarnos de nuestro egoísmo y de nuestros prejuicios religiosos y sociales. Tenemos que comprender que la verdadera religión es el amor.

Así nos lo demuestra Jesús, el samaritano; y así lo confía al posadero, que es la Iglesia, personalizada en cada uno de nosotros. Su recomendación es clara “cuida de este hombre herido (nuestro prójimo) que yo te lo pagaré a mi vuelta”.


* Señor, eres el Buen Samaritano de la humanidad y el mío propio. Tu amor infinito y tu misericordia sin límites son tus más preciadas cualidades, y son el fundamento de mi esperanza.

Pero ¿y yo? ¿He pensado seriamente lo que significa amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas y con todo el ser? ¿Y amar al prójimo como a mí mismo?

Y esa es la receta para ganar la vida eterna.


* María, tu Hijo me manda practicar la misericordia. Ayúdame a conseguirlo y ser así más humano.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra. 

Muchas gracias a todos por vuestra participación

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