viernes, 14 de diciembre de 2018

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 3º DE ADVIENTO - CICLO C – (16-12-2018)

LUCAS 3, 10-18.

“En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: «¿Entonces, qué hacemos?» Él contestó: «El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: «Maestro, ¿qué hacemos nosotros?» Él les contestó: «No exijáis más de lo establecido». Unos militares le preguntaron: «¿Qué hacemos nosotros?» Él les contestó: «No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga». El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: «Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga». Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.”

El tercer domingo de Adviento es conocido en la liturgia cristiana, como el domingo “gaudete”, que es lo mismo que el domingo de la alegría. La razón es sencilla, al llegar el tercer domingo, es evidente que la noticia del nacimiento de Dios se barrunta ya próxima y ante tal acontecimiento la alegría es el sentimiento más normal.

Las lecturas de hoy han sido un reflejo perfecto de todo esto: el profeta Sofonías nos ha dicho “grita de júbilo Jerusalén, alégrate y gózate de todo corazón Jerusalén”. San Pablo en la carta a los Filipenses nos dice “estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca, que vuestra mesura la conozca toda el mundo”. Son llamadas constantes a la manifestación de la alegría y de la satisfacción por la gran noticia que se acerca. Pero, qué importante es la mesura (como hemos escuchado en San Pablo) en los momentos de euforia, muy importante; porque la alegría debe ir siempre acompañada de ese punto de equilibrio que la realidad nos ofrece, si no lo hacemos así la desilusión, puede aparecer fácilmente.

Esa mesura nos la ofrece la lectura evangélica, lectura que puede ser considerada como un ejemplo perfecto, de cómo se debe recorrer el tiempo de Adviento, porque lo mismo que los contemporáneos de Juan le preguntaban: Ante eso que anuncias ¿qué es lo que tenemos que hacer?…… y Juan a cada uno, según su clase, condición u ocupación, les iba diciendo la exigencias del nuevo mensaje. La alegría por el nacimiento de Jesús también nos debe hacer exclamar y preguntar a nosotros al qué va a nacer de nuevo ¿Qué es lo que tenemos que hacer? Y el Señor nos lo irá diciendo a cada uno de nosotros en el interior de nuestro corazón, si con sinceridad nos atrevemos a preguntárselo.

El Señor, como nos conoce, acertará en lo que nos pida a cada uno: a los que seamos un poco vanidosos, nos dirá que seamos un poco menos, que nos bajemos de nuestros pedestal y aprendamos de Él. A los que somos egoístas, nos dirá que compartamos nuestras cosas con los demás. A los que somos envidiosos, nos dirá que nos guste ser más como somos, y trabajemos con lo que tenemos. A los que tenemos apartado al Señor de nuestra vida, nos dirá que le hagamos un lugar un poco más grande en nuestro corazón. Y así a cada uno nos dirá algo, la única condición, como dijimos antes, es que yo me atreva a preguntarle. Una muy buena pregunta para este tiempo de Adviento es ésta: ¿Señor que tengo que hacer?

Juan aprovecha también la ocasión, para darnos una lección de humildad y de saber estar, el importante no es Él sino el que viene detrás y al que no puede ni desatarle las sandalias, Juan sabe que el protagonista está por venir y los anima a mantener la esperanza en su venida. En esta situación nos encontramos nosotros, expectantes ante la llegada de Jesús, nos seguimos preparando para recibirlo como se merece, aunque preparemos un año más el Belén en todas nuestras casas, preparamos sobre todo nuestro corazón, que lo dispongamos convenientemente para recibirlo con un espíritu y un corazón nuevo.

Siempre que va a llegar la Navidad decimos que tenemos que demostrar con algún gesto nuestro desprendimiento a favor de los más necesitados, es necesario hacer gestos concretos no nos podemos quedar únicamente con las buenas intenciones, en la hoja que repartimos se nos recuerda la obra misioneras con la que está hermanada la parroquia, y apelará a nuestro corazón para despertar nuestra sensibilidad a la hora de ayudar a los que no tienen nada. Que nos se nos escape otra Navidad sin tener un gesto que nos acerque al niño pobre del portal de Belén, gesto que para ser auténtico debe ser expresión de nuestra conversión interior, conversión que nos llevará a ser más austeros.

En este domingo de la alegría, que la vivamos atreviéndonos a preguntar al Señor, lo que Él quiere de cada uno de nosotros, y sobre todo que estemos dispuestos a cumplir lo que nos pida. Lo hacemos al tiempo que recordamos a todos los miembros de nuestra comunidad parroquial que menos tienen, o que están solos, a los que les va a faltar lo imprescindible en estos días, que es el sentirse querido por alguien.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.

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