viernes, 19 de junio de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO:12º DEL TIEMPO ORDINARIO (21-6 2015)

El texto evangélico es de Mc 4, 35-40 y dice lo siguiente:


“Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: -Vamos a la otra orilla. Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: -Maestro, ¿no te importa que nos hundamos? Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: -¡Silencio, cállate! El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: -¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe? Se quedaron espantados y se decían unos a otros: -¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!”



* En el evangelio de hoy aparece Jesús ejerciendo su señorío sobre la tormenta, pero Él no quiere que le reconozcamos sólo por lo que puede hacer, sino por quién es. De ahí que suscite en sus apóstoles la pregunta ¿pero quién es éste? Aunque Él realiza obras para mostrar su misericordia, nos llama a amarlo en sí mismo.

En el mandato de Jesús de vamos a la otra orilla, algunos autores ven prefigurado el paso de esta vida a la eterna, paso que sólo es posible realizar acompañados por Cristo, que nos abre el camino y fiados de la fe.

Jesús dormido sobre el almohadón es imagen de Jesús clavado en la cruz, cuando aparentemente fue desposeído de todo poder y fue vencido. En la vida también podemos encontrarnos este silencio de Dios. Pero el evangelio nos enseña que siempre hay que volver a Jesús y llamarlo. Es decir, debe despertar de nuevo en nuestro corazón por la fe. Él conduce la barca, imagen de la Iglesia, para que pueda llegar a la otra orilla.

Las olas, el viento…, son los grandes enemigos de la caridad. El perdón y el amor calman todas las tormentas y nos llevan a la auténtica paz.


* El enemigo mayor de la fe no es el error sino el miedo. Porque el miedo paraliza la capacidad de pensar y, más aún, la capacidad de decir lo que pensamos. El miedo nos condena a un silencio que no sirve para nada. A veces, tenemos miedo de nosotros mismos, de nuestras debilidades, de nuestra falta de consistencia. En otras ocasiones tenemos miedo de los demás, de su poder, de su fuerza, de sus posibilidades. Los discípulos de Jesús sintieron miedo de sucumbir ante la tormenta. Pero no pasa nada. Con Jesús de la mano, siempre estamos a salvo. Él está a nuestro lado.


* Somos pequeños, pecadores, cobardes. ¿Quién puede decir que no siente miedo ante el futuro, la muerte, la enfermedad, la soledad? Le decimos a Jesús que tenemos miedo, que nos ayude y él nos pregunta: ¿aún no tenéis fe?

Nos falta la fe de los sencillos que esperan en Jesús; de los pobres que sólo ponen su fe en él; de los santos que ponen en él su riqueza. Por eso nuestro grito debe ser: Señor, auméntanos la fe.


* Señor, parece que te haces el dormido, mientras tus discípulos luchan a brazo partido contra la tempestad. Entonces y ahora, quieres probar la fe de tus seguidores, para que comprobemos que nada podemos sin ti.

Que encontremos en ti la única razón de vivir y morir en el amor.


* María, ayúdanos a fortalecer nuestra fe para que desaparezcan nuestros miedos afianzándonos en la Palabra y en la oración, que nos vayan llenando de la gracia.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación. 


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