viernes, 2 de enero de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: II DE NAVIDAD (4-1-2015)

El texto del evangelio es de Jn 1, 1-18 y dice lo siguiente:



“En el principio ya existía la Palabra, y las Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra n el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: Este es de quien dije: “El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo”. Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la Ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.”



* Después de recrearnos estos días ante María, José y el Niño, en el establo, con los pastores; viviendo la sorpresa de que Dios ha venido a visitarnos y se ha hecho uno de nosotros; de repente, las lecturas de hoy nos impulsan a lo más alto para recordarnos, con intensidad, que el mismo Jesús que contemplamos y adoramos en la tierra es el Hijo eterno de Dios. Sí, desde su pequeño corazón de niño el que nos ama es Dios.


* La Palabra se hizo carne, este es el misterio del amor de Dios al hombre.

Este amor de Dios por nosotros llega al límite haciéndose uno como nosotros. Lo que nadie había visto nunca, de repente, es visual. Los ojos humanos lo pueden contemplar, tocar y adorar.

¡Y acampó entre nosotros! Pero en un simple pesebre, lejos de cualquier palacio. Dios optó por el camino de la pobreza para hacernos tremendamente ricos. Para procurarnos un poco de paz y de esperanza. Para devolver, a los caminos de nuestro vivir, un rayo de luz en medio de tanta preocupación o llanto.

San Agustín nos dice: "El que tiene en lo más alto de los cielos una morada invisible posee también una tienda sobre la tierra". Esa tienda es la Iglesia, en la que podemos experimentar ya la dulzura de la vida eterna y disponernos para llegar a ella.

Gracias, Señor, por venir para hacernos Hijos de Dios.


* La Palabra “vino a los suyos y no la recibieron”. Y nosotros, ¿somos capaces de recibirla?

La Palabra, luz que brilla en la tiniebla, viene diariamente a iluminar nuestro caminar, pero a veces no la escuchamos, no le echamos cuenta, pasamos de ella y la ahogan nuestros agobios y quehaceres. La Palabra, amor eterno de Dios, se ha acercado y sale a nuestro encuentro; esta noticia nos debe de llenar de alegría e impulsarnos a desear crecer en la amistad con Cristo.

Señor, tú eres la luz verdadera. Perdona nuestra ceguera y nuestra ingratitud.


* Hoy en día las palabras se quedan cortas si no van acompañadas por una vida que las refrende. La Palabra de Jesús es una palabra que merece toda nuestra atención. Es una palabra que viene a nuestra vida para darle un sentido verdadero y de felicidad. Es una palabra que no sólo encontramos en los textos evangélicos, sino que también la encontramos hecha vida en tantas personas que son capaces de “encarnarla” en sus vidas, en sus ambientes, en sus familias, en sus trabajos, entre los suyos.

Señor, tú quieres habitar en medio de nosotros, nos traes la gracia y la verdad. Que encuentres siempre abierta la puerta de nuestros corazones. Que la alegría de estos días fortalezca nuestra fe para que tu luz ilumine toda nuestra existencia.


* Aprendamos a acoger la Palabra, a dejarnos iluminar por la Palabra, a irradiar a los demás la Palabra, y para ello pidámosle ayuda a María, ejemplo de escucha y aceptación de la Palabra.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.

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