viernes, 24 de enero de 2014

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 3º DEL TIEMPO ORDINARIO (26-1-2014)

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El texto evangélico es de Mt 4, 12-23 y dice lo siguiente:



“Al enterarse de que Juan había sido arrestado, Jesús se retiró a Galilea, salió de Nazaret y se estableció en Cafarnaún, junto al lago, en territorio de Zabulón y Neftalí. Así se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías: Territorio de Zabulón y territorio de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que vivía en tinieblas vio una luz intensa, a los que vivían en sombras de muerte les amaneció la luz. Desde entonces comenzó Jesús a proclamar: -¡Convertíos que está cerca el reino de los cielos! Mientras caminaba junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano, que estaban echando una red al lago, pues eran pescadores. Les dijo: -Veníos conmigo y os haré pescadores de hombres. De inmediato dejando las redes le siguieron. Un trecho más adelante vio a otros dos hermanos, Santiago de Zebedeo y Juan, su hermano, en la barca con su padre Zebedeo, arreglando las redes. Los llamó, y ellos inmediatamente, dejando la barca y a su padre, le siguieron. Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del reino y sanando entre el pueblo toda clase de enfermedades y dolencias.”

*Jesús empieza su ministerio público con unas hermosas palabras "convertíos que está cerca el reino de los cielos". Dios ha venido hasta nosotros y nos llama a reconocerlo. Es el primero en dar el paso para encontrarse con el hombre.

Las palabras de Jesús han continuado en la Iglesia, que también nos invita a la conversión, a que Jesús se haga presente en nuestras vidas, a encontrarnos con él y a dejarnos transformar por su amor infinito. Esto significa conversión: percibir la cercanía del cielo en la tierra.

Cuando Jesús entra en nuestras vidas y nos dejamos querer plenamente por él, se ilumina la realidad del matrimonio, del trabajo, de la vida social, del valor de los bienes materiales... Se abre aquí ya, la puerta al cielo, al que somos llamados. Porque la transformación del mundo, la experiencia del cielo en la tierra, empieza por una transformación del corazón. Y el infierno, como decía Dostoievski, no es otra cosa que los sufrimientos de los que no pueden amar.


* Dios no tiene por qué manifestarse siempre en los sitios religiosos ni a las personas de mayor santidad: Jesús comienza su labor manifestándose en la Galilea de los paganos, proponiendo su buena noticia en primer lugar a los pequeños y sencillos.

Para que Jesús se manifieste en nosotros sólo hay que oír su voz, distinguirla de los demás y seguirle.


* El pueblo que estaba en tinieblas vio una luz intensa, Jesús es la luz. Nuestro mundo hoy está lleno de oscuridad, para llenarlo de luz, Dios pide colaboradores: hombres que hayan descubierto un poco de su luz, que dejen todo poniendo a Dios como valor absoluto en sus vidas (no sólo curas y monjas), y que transmitan a los demás que Jesús ha venido a traer la salvación, pero la salvación universal, la salvación para todos.

El evangelio de hoy muestra el arranque del discipulado. La presencia de Jesús suscita un cambio importante en la vida de sus discípulos. La luz del amor de Jesús cambia la misión de esos hombres. De ser pescadores se convierten en apóstoles, enviados por el Maestro a anunciar su Buena Nueva. Se han dejado seducir por Jesús y a partir de ahora Jesús orientará y dará sentido a sus vidas. La luz de Jesús les transformó. Lo dejaron todo por seguirle y su vida se llenó de luminosidad.

También Jesús nos llama a cada uno de nosotros por nuestro nombre ¿Sentimos su llamada? ¿Hemos descubierto esa luz que disipa la oscuridad en la que a veces habitamos? Llenémonos de esa luz. Que no seamos nunca presa de las tinieblas ni de ningún tipo de interés.


* Jesús, hoy me pides conversión y me recuerdas mi tarea de comenzar ya en la tierra tu Reino. ¿Estoy empleando el tiempo en esforzarme por ir convirtiendo mi vida de acuerdo a lo que tú me enseñas?

Jesús, la conversión que quieres de mí es: ven y sígueme. Te pido la generosidad de Pedro y Andrés para dejarlo todo y seguirte sin condiciones para proclamar el Evangelio del amor y la unidad.


* María, ayúdame a ser consecuente con mi vocación cristiana, incluso en los momentos de dificultad.


Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.
Muchas gracias a todos por vuestra participación.



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