jueves, 21 de julio de 2011

EL EVANGELIO DEL DOMINGO:17º DEL TIEMPO ORDINARIO (24-7-2011)

.
El texto evangélico es de Mt 13, 44-52 y dice lo siguiente:

“El reinado de Dios se parece a un tesoro escondido en un campo: lo descubre un hombre, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, vende todas sus posesiones para comprar aquel campo. El reinado de Dios se parece a un mercader en busca de perlas finas: al descubrir una de gran valor, va, vende todas sus posesiones y la compra. El reinado de Dios se parece a una red echada al mar, que atrapa peces de toda especie. Cuando se llena, los pescadores la sacan a la orilla, y sentándose, reúnen los buenos en cestas y los que no valen los tiran. Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Lo habéis entendido todo? Le responden que sí, y él les dijo: ---Pues bien, un letrado que se ha hecho discípulo del reinado de Dios se parece a un amo de casa que saca de su alacena cosas nuevas y viejas.”


* Un tesoro, un mercader de perlas y una red. Son los ejemplos que Jesús usa hoy para hacernos entender su Reino.
Un tesoro que se encuentra de forma inesperada. Dios está escondido; quien lo encuentra lo considera un tesoro, el mejor de todos; quien no lo considera un tesoro es que todavía no lo ha encontrado. Un tesoro que es un bien tan grande que cuando el hombre lo descubre cae en la cuenta de que vale la pena dejarlo todo por ello. No se puede optar por Cristo a medias o condicionalmente. Sin embargo, la renuncia no se realiza con tristeza, sino con alegría, como ocurre con quien compra el campo. Quien renuncia a cuanto posee debe estar convencido de que esto es una ganancia, no una pérdida.
Un mercader que encuentra una magnífica perla y sabe apreciar y apostar por lo valioso, dejando a un lado lo inservible. Por el reino hay que hacer una apuesta grande. Ante la belleza de la perla, ante la belleza del evangelio y del amor de Dios palidecen todas las demás cosas que nos parecían tan atractivas. No es que dejemos de amarlas, sino que ese amor se reordena.
Una red en la que hay que saber elegir, optar, y sacar adelante con esfuerzo. El reino de Dios vale la pena.

* Señor, la gracia del bautismo que me hizo hijo de Dios es el mayor tesoro, la perla más valiosa, que depositaste en el frágil vaso de barro de mi vida. Pero, como todo lo que desde siempre se ha tenido, lo valoro poco. Ayúdame a defender y cultivar este don, para que en la red de tu Iglesia llegue a ser de los peces buenos que te alaben para siempre.

* María, dame tu luz para elegir y apostar. como tú, por lo que realmente vale la pena.


Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.
Muchas gracias a todos por vuestra participación.
.

No hay comentarios: