viernes, 9 de abril de 2021

EL EVANGELIO DEL DOMINGO : 2º DE PASCUA – CICLO B – (11-4-2021)

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31


“Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:

- «Paz a vosotros.»

Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»

Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:

«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:

«Hemos visto al Señor.»

Pero él les contestó:

- «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»

A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:

«Paz a vosotros.»

Luego dijo a Tomás:

- «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»

Contestó Tomás:

«¡Señor mío y Dios mío!»

Jesús le dijo:

«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»

Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.”



EL PERDÓN Y LA FE

“Los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues lo poseían todo en común”. Así comienza la primera lectura de este segundo domingo de Pascua (Hech 4,32-35).

¡Qué hermoso este “sumario” incluido en el libro de los Hechos de los Apóstoles! En él se resumen las actitudes y la vida de la primera comunidad que se reunía en Jerusalén.

Con estas breves pinceladas se traza también el ideal de aquel grupo de seguidores de Jesús o discípulos de Cristo. Así se entendía la nueva vida. Así es como había que vivir.

En este domingo que Juan Pablo II quiso dedicar a la meditación de la misericordia de Dios, recordamos que todo el que cree que Jesús es el Cristo, ha nacido de Dios (1 Juan 5,1).

Como para agradecer ese don de Dios, el salmo 117 nos invita por tres veces a proclamar públicamente en la asamblea: “¡Eterna es su misericordia!”


EL MENSAJE

En el evangelio se nos recuerda una manifestación de Jesús a sus discípulos (Jn 20,19-31). Están atemorizados y encerrados en una casa, por miedo a los judíos. De pronto, se les muestra Jesús

resucitado. No viene a reprenderles su abandono. ¡Al contrario! Les dirige el saludo de la paz y les hace ministros del perdón.

• “Hemos visto al Señor”. Ese es el anuncio nervioso que dirigen a Tomás, que estaba ausente en el momento de la manifestación de Jesús. Eso era lo más importante que les había ocurrido. Y eso es precisamente lo que él tenía que saber.

• “Hemos visto al Señor”. En realidad ese era el mensaje que deberían proclamar por todo el mundo cuando el Espíritu les concediera el don de la fortaleza. Si escuchar su palabra había sido una gracia divina, más decisivo aún era verlo resucitado.

• “Hemos visto al Señor”. Y ese es el anuncio que todos los seguidores del Maestro hemos de repetir en todos los tiempos y en todos los lugares. Ese es el resumen del Evangelio. Y esa es la experiencia que fundamenta nuestra fe y nuestra misión.


LA DICHA

Solemos decir que Tomás tuvo dificultades para creer que el Señor había resucitado. Tal vez su actitud refleja más bien su desconcierto al ver el entusiasmo de sus compañeros. Los que se resistían a seguir a Jesús hasta su muerte se apresuran ahora a cantar su resurrección.

• “Dichosos los que crean sin haber visto”. Isabel había proclamado dichosa a María por haber creído lo que le había comunicado Dios. Ahora Jesús proclama dichosos a todos los que crean en él. La fe en el Cristo es la clave de la vida cristiana.

• “Dichosos los que crean sin haber visto”. Esa bienaventuranza afecta a todos los que a lo largo de los siglos han llegado a Jesús a través del testimonio de los apóstoles. Y dichosos ellos porque son un eslabón más en la transmisión de la palabra que salva.

• “Dichosos los que crean sin haber visto”. Esa felicitación se dirige a todos los que hoy logramos escuchar la voz del Señor y aceptarla como luz para nuestro camino. Es una dicha que se nos escapa del corazón. ¿Cómo no compartirla con todos nuestros vecinos?

- Señor Jesús, gracias por tu vida y por tu presencia, por tu perdón y por el don de la fe que has hecho llegar hasta nosotros. Bendito seas por siempre. Amén. ¡Aleluya!

José-Román Flecha Andrés .
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