viernes, 3 de abril de 2020

CORONA DOLOROSA

Hoy Viernes de Dolores, te hacemos llegar la Corona Dolorosa que rezamos a Ntra. Sra. de Loreto ya en su paso procesional, como preparación a la inminente Semana Santa que está a punto de comenzar.

Te rogamos que hagas este ejercicio piadoso, de forma personal o en familia, para que todos los hermanos nos podamos unir en esta tarde en la oración conjunta.


V/. En el nombre del Padre, y del Hijo y del Hijo y del Espíritu Santo.
R/. Amén 
V/. Dios mío, ven en mi auxilio.
R/. Señor date prisa en socorrerme. 
V/. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
R/. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén. 


ACTO DE CONTRICIÓN: 

Señor mío, Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. 

Ayudado de vuestra divina gracia propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. 

Amén. 


ORACIÓN INICIAL: 

Oh, María Santísima, nos disponemos a contemplar los padecimientos que tuviste, deteniéndonos en cada dolor que sufriste unido a los de tu Hijo Jesús, y acompañándote en tu piadosa soledad. 

Abre Señor nuestros corazones a la oración para que, a través de ella, crezca nuestro sentimiento filial hacia Ti y nos sintamos hermanos de todos los hombres; y para que, al contemplar los momentos más difíciles de la vida de tu Madre la Bienaventurada Virgen María, encontremos consuelo en los nuestros y en los de nuestros hermanos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén. 


+ PRIMER DOLOR: 

María acoge en la fe la profecía de Simeón (Lc 2, 34-35). Virgen María, te acompañamos en el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu corazón por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención sería a base de dolor... 

Reconociendo este dolor, te pedimos que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes. 

- Padre nuestro 
- Siete Avemarías  


+ SEGUNDO DOLOR: 

María huye a Egipto con Jesús y José (Mt 2, 13-14). Virgen María, te acompañamos en el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño. Al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna... 

Reconociendo este dolor, te pedimos que nos enseñes a huir siempre de las tentaciones del demonio. 

- Padre nuestro 
- Siete Avemarías 


+ TERCER DOLOR: 

María busca a Jesús perdido en Jerusalén (Lc 2, 42-45). Virgen María, te acompañamos en las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo. Tras tres días buscándolo angustiada, pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José... 

Reconociendo este dolor, te pedimos que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

- Padre nuestro 
- Siete Avemarías 


+ CUARTO DOLOR: 

María encuentra a Jesús camino del Calvario (Lc 23, 25-27). Virgen María, te acompañamos en las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargando con la cruz, como carga con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte. Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas. Ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente. En cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande. Sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado... 

Reconociendo este dolor, te pedimos que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue. 

- Padre nuestro 
- Siete Avemarías 


+ QUINTO DOLOR: 

María está junto a la cruz de su Hijo (Jn 19, 25-27). Virgen María, te acompañamos en las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo. Y luego al verle agonizando en la cruz. Para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste fue el momento cumbre de su pasión. Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento…

Reconociendo este dolor, te pedimos que no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

- Padre nuestro 
- Siete Avemarías 


+ SEXTO DOLOR: 

María recibe a Jesús bajado de la cruz (Mc 15, 42-45). Virgen María, te acompañamos en las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo. Sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón. El Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida. Y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devuelven muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados... 

Reconociendo este dolor, te pedimos que sepamos amar a Jesús como Él nos amo. 

- Padre nuestro 
- Siete Avemarías 


+ SÉPTIMO DOLOR: 

María entrega al sepulcro el cuerpo de Jesús en espera de la resurrección (Jn 19, 40-42). Virgen María, te acompañamos en las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo. Él, que era creador, dueño y señor de todo el universo, fue enterrado en tierra. Llevó su humillación hasta el último momento. Y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real. Te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos. Siendo Él la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa. Tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados. Y Tú, Madre nuestra adoptiva le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción…

Reconociendo este dolor, te pedimos que nos concedas a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos… (pídase la gracia que se desea obtener).

- Padre nuestro Venerable 

- Siete Avemarías 



ORACIÓN FINAL:

Dios nuestro, tú que quisiste que la vida de tu Madre la Virgen estuviera marcada por el misterio del dolor, haz que caminemos con Ella por el sendero de la fe y unamos nuestros sufrimientos a la pasión de Cristo, para que se transformen en motivo de gracia e instrumento de salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 


STABAT MATER: 

Estaba la Madre dolorosa 
junto a la Cruz, llorosa, 
en que pendía su Hijo. 

Su alma gimiente, 
contristada y doliente 
atravesó la espada. 

¡Oh cuán triste y afligida 
estuvo aquella bendita 
Madre del Unigénito! 

Languidecía y se dolía 
la piadosa Madre que veía 
las penas de su excelso Hijo. 

¿Qué hombre no lloraría 
si a la madre de Cristo
 viera en tanto suplicio? 

¿Quién no se entristecería 
a la Madre contemplando 
con su doliente Hijo? 

Por los pecados de su gente 
vio a Jesús en los tormentos 
y doblegado por los azotes. 

Vio a su dulce Hijo 
muriendo desolado 
al entregar su espíritu.

Ea, Madre, fuente de amor,
 hazme sentir tu dolor, 
contigo quiero llorar. 

Haz que mi corazón arda 
en el amor de mi Dios 
y en cumplir su voluntad. 

Santa Madre, yo te ruego 
que me traspases las llagas 
del Crucificado en el corazón. 

De tu Hijo malherido 
que por mí tanto sufrió 
reparte conmigo las penas. 

Déjame llorar contigo 
condolerme por tu Hijo 
mientras yo esté vivo. 

Junto a la Cruz contigo estar
 y contigo asociarme 
en el llanto es mi deseo. 

Virgen de Vírgenes preclara 
no te amargues ya conmigo, 
déjame llorar contigo. 

Haz que llore la muerte de Cristo, 
hazme socio de su pasión,
haz que me quede con sus llagas. 

Haz que me hieran sus llagas,
haz que con la Cruz me embriague, 
y con la Sangre de tu Hijo.

Para que no me queme en las llamas, 
defiéndeme tú, Virgen santa, 
en el día del juicio. 

Cuando, Cristo, haya de irme, 
concédeme que tu Madre me guíe 
a la palma de la victoria. 

Y cuando mi cuerpo muera, 
haz que a mi alma se conceda 
del Paraíso la gloria.


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