sábado, 29 de junio de 2019

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 13º DEL TIEMPO ORDINARIO – CICLO C – (30-6-2019)

LUCAS 9, 51-62.

“En aquel tiempo, cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tornó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante. De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén. Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: «Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos»? Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea. Mientras iban de camino, le dijo uno: «Te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». A otro le dijo: «Sígueme». Él respondió: «Déjame primero ir a enterrar a mi padre». Le contestó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia». Jesús le contestó: «El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios».”


Si el domingo pasado tratábamos de dar respuesta a la pregunta de quién es Jesús para nosotros, hoy las lecturas nos piden que revisemos cómo es nuestro seguimiento de ese Jesús, o sea, qué es lo que ese seguir a Jesús nos exige, porque tiene que exigirnos algo.

Para ayudarnos en esta tarea, el evangelio nos pone tres ejemplos de personas que quieren ser discípulos de Jesús. El primero de ellos es el propio candidato el que se ofrece a seguirlo, y Jesús en su respuesta le resalta la dificultad del seguimiento, que examine bien esa decisión porque seguirlo se trata de un proceso incómodo, duro, difícil. Al segundo es el propio Jesús el que le pide que lo siga, pero no toma conciencia de su inmediatez sino que antepone otras obligaciones, otros quehaceres. En el tercero se observa cómo seguir a Jesús es algo serio, algo que puede entrar en conflicto con otros valores de nuestra vida. Echar mano del arado, es decir comenzar el seguimiento, y mirar atrás, es seguir con la vida anterior y no haber entendido lo que significa realmente ese seguimiento.

Seguir a Jesús supone romper con nuestra vida pasada, sobre todo, con todo lo malo que hay en nosotros, pues requiere la totalidad de la persona y la totalidad del tiempo. Eso exige que se haga sin reservas de ningún tipo. Revisar nuestro seguimiento a la luz de este pasaje del evangelio de San Lucas será tomar conciencia de lo que se nos exige con ese seguimiento y de la dificultad del mismo. Y teniendo claro que debemos asumir nuestros fallos y pecados. El análisis sincero nos hará ver lo lejos que estamos de esa fidelidad absoluta que Jesús nos pide. La tarea de anunciar el reino, tarea que asume todo cristiano por el mero hecho de serlo, no es fácil. El propio Jesús tuvo serias dificultades a la hora de realizar su misión, acabó con un grupo reducido y aún estos le abandonaron en los últimos momentos.

El mensaje es exigente no lo podemos negar, si ocultamos o suavizamos sus exigencias, traicionamos el mensaje, y como el mensaje no es nuestro, sino que nos viene dado, no podemos alterarlo. Jesús conoce mejor que nadie las muchas dificultades que pueden asaltar al creyente, los valores que nuestra sociedad nos ofrece pero que no son los de Jesús y contra los que tan difícil se nos hace remar porque nos arrastran casi sin darnos cuenta: dinero, fama, seguridad, prestigio, situación social… nosotros también los conocemos, los conocemos perfectamente y sabemos que dificultan nuestra opción. Pero Jesús sigue invitándonos a seguirlo, no se cansa de mostrarnos el camino, somos nosotros los que no nos atrevemos a dar los pasos definitivos.

¿Cuánto nos falta para ser seguidores más fieles?, ¿qué es lo que más nos separa de esa fidelidad exigida?, ¿cuáles son nuestras excusas más comunes para no hacer lo que sabemos que Jesús nos pide? Si somos sinceros en este examen nos daremos cuenta de la cantidad de cosas que encontraremos. Esto cada uno tiene que responderlo, cada uno nos conocemos y sabemos que es lo que más nos separa de Jesús y de los hermanos: para unos será nuestra falta de fe a la hora de reconocer su presencia junto a nosotros, para otros nuestra superficialidad a lo hora de seguirlo, para otros nuestra falta de compromiso, nuestra indiferencia, para otros el ser incapaces de salir de nosotros mismos y ponernos en el lugar de los otros, nuestros egoísmos, nuestra carencias, nuestra pequeñez, nuestros pequeños y grandes dioses que nos alejan del verdadero.

Las excusas para ser fieles ¡¡cuántas son¡¡ y que fácilmente nos apartan de lo que es el seguimiento auténtico. Ya he hecho todo lo posible, esto es imposible cambiarlo, aquello no tiene remedio… y todo por no ser capaces de dar los pasos que debemos dar para solucionar eso que tanto me preocupa y que sé que no está bien.

Le pedimos al Señor que nos dé un poco más de valentía, de fortaleza para superar aquello que nos separa de Él, se lo pedimos sobre todo para los que estamos aquí, pedimos por todas las personas que queremos y que ahora no están con nosotros, y al tiempo recordamos a los que menos tienen, a los que sufren, están enfermos, a los que están solos y no tienen a nadie que les quiera.

D. Antonio Pariente, párroco de la Parroquia de San Blas de Cáceres.
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