viernes, 28 de agosto de 2015

EL EVANGELIO DEL DOMINGO: 22º DEL TIEMPO ORDINARIO (30-8-2015)

El texto evangélico es de Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23 y dice lo siguiente:



“En aquel tiempo, se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos restregándose bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas). Según eso, los fariseos y los escriban preguntaron a Jesús: ¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores? Él les contestó: Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres. Entonces llamó de nuevo a la gente y les dijo: Escuchad y entended todos. Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas estas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro”.


* Este pasaje evangélico nos ofrece una “crítica” y una “queja”. La crítica de los fariseos a Jesús, porque sus discípulos no siguen la tradición de los mayores. Y la queja de Dios, manifestada en las palabras del profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí, está vacío”. ¿Cómo hemos de llenar nuestro corazón? Primero, con la palabra de Dios; segundo, con el amor a los hermanos, un amor de obras, eficaz; tercero, con nuestro testimonio.


* Este texto también nos pone de manifiesto que lo importante, lo primordial, es interiorizar el amor que se nos propone en los mandamientos de Dios y no exteriorizar una prácticas humanas. Es siempre actual esta llamada a la profundidad de la persona, a las actitudes que vienen del corazón, pues de ahí puede surgir lo impuro, lo malo, si no se vive en esa cercanía con el amor de Dios.

Cuando deseo hacer el daño a uno más débil, aunque no lo llegue a realizar, ¿es un deseo puro o impuro? Cuando humillo y me río de alguien que considero inferior, ¿es un deseo puro o impuro? Cuando deseo con codicia lo que no es mío, o deseo apropiarme de todo con avaricia, ¿es un deseo puro o impuro? Jesús nos lo dice claramente: no es puro lo que sale de dentro.


* No debemos por tanto confundir la santidad a la que Dios nos llama con la que nosotros imaginamos. Podemos inventar multitud de cosas que nos parecen buenas, y que incluso nos exigen esfuerzo, y descuidar lo esencial de nuestra relación con Dios; podemos, como dice Jesús, reducir las enseñanzas de Dios a prescripciones humanas e incluso creer que eso es lo mejor porque parece más exigente o completo.

La exigencia de la vida cristiana no es una carga impuesta desde fuera, sino es la consecuencia de una relación con Jesús. Y además Jesús no sólo nos enseña el camino, sino que nos da la fuerza para cumplirlo.

La santidad es pues un camino que no consiste sólo en evitar el mal, sino fundamentalmente en practicar el bien. El corazón que tiene más posibilidades de sortear el mal es aquel que late continuamente por la práctica del bien, es el corazón que se acerca a los necesitados y a los que sufren. Jesús nos invita a cuidar nuestro corazón guardando su palabra.


* Señor, hoy confieso con mis labios y creo firmemente en mi corazón que tú eres mi único Señor, Y quiero, contando con tu gracia, que mi vida responda a esa confesión de boca y a esa fe. ¡Ayúdame a que mi corazón, sea fuente pura de donde no pueda brotar nada impuro, nada sucio sino la bondad, que tiende a difundirse, para que los demás vean tu amor y tu misericordia!


* María, Madre de pureza sin igual, concédeme imitar esta gran virtud tuya, para que siguiendo tu ejemplo, puede hacerme merecedor de la gloria de tu Hijo Jesucristo.



Estos puntos ayudan a iniciar la reflexión, a partir de ahora esperamos vuestras aportaciones que nos abran nuevos horizontes y nos acerquen a una comprensión más completa de la Palabra.

Muchas gracias a todos por vuestra participación.

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